La historia cuenta que un amigo de Miguel Ángel fue a visitar su taller y mostró interés por la última estatua que estaba esculpiendo. Volvió una semana después y se extrañó al encontrarla casi igual que como la dejó.
Miguel Ángel le hizo algunas observaciones:
—Fíjate bien, hay alguna diferencia: he trabajado la expresión, he resaltado este músculo, he pulido este detalle...
El amigo, que no era muy sensible, respondió:
—Esas son cosas pequeñas, sin importancia.
Y el genio respondió:
—¿Cosas pequeñas? ¡Las cosas pequeñas hacen que una obra sea grande!