Muchas veces es mejor escuchar que hablar

Dicen que no hace muchos años hubo un serio peligro de conflicto mundial porque nadie sacaba el agua clara en las reuniones del Consejo de Seguridad de la ONU. Eran tan largas que no había tiempo para discutir los temas urgentes relacionados con el equilibrio mundial. Además, muchos representantes salían enfadados debido a unos discursos que no acababan nunca.

En esas circunstancias decidieron acudir al monarca más grande del estado más pequeño, porque su prestigio era indiscutible: se trataba del soberano del Vaticano.

El buen hombre aceptó el encargo y primero fue como observador a algunas sesiones. Sus conclusiones fueron estas:

—Primero: les felicito porque todos ustedes son personas de buena voluntad, pero muchos hablan sin decir nada. Algunos se limitan a repetir lo que dijo el orador anterior, aunque con otras palabras. Segundo: otros no escuchan los argumentos de sus colegas y, a continuación, hacen preguntas para enterarse de lo que se acaba de decir. Tercero: las reuniones son demasiado largas y hacen perder el tiempo inútilmente. Cuarto: quiero subrayar la importancia del moderador. Él no debe expresar su opinión, sino moderar el debate.

Después de una intervención tan sensata, todos los representantes procuraron adaptarse a las recomendaciones de aquel gran sabio.

Mejoró el ambiente. Entendieron que a veces es mejor escuchar que hablar. MICHEL DUFOUR