La Mercè era una niña como cualquier otra, con cara, nariz y ojos. Y la boca en su lugar. Y problemas como cualquier otra. Hoy, precisamente, la he acompañado a su casa y me ha invitado a merendar. Se fue triste de la escuela porque discutió con una amiga. Tampoco le fue bien en un examen y obtuvo una nota baja. Además, la tutora la regañó. La Mercè está muy nerviosa y me lo ha explicado todo por el camino. Ya llegamos a su casa. Frente a la puerta hay un árbol, como cualquier otro, pero Mercè hace un gesto como para quitarse algo de encima y colgarlo en una rama. Miro el árbol y no veo nada. ¿Qué misterio guarda mi amiga?
La Mercè me presenta a su familia y, llena de alegría, besa a su madre y levanta a su hermanito. Ríe bulliciosamente, me sorprendo, no parece la misma niña. Merendamos y me acompaña hasta la puerta. Antes de despedirnos, tengo curiosidad por el árbol:
—¿Qué significa para ti este árbol? —le pregunto.
—Oh, es mi árbol de los problemas. Sé que no puedo evitar tener problemas en la vida, pero una cosa es segura: los problemas no son de casa, ni de mi madre, ni de mis hermanos. Antes de entrar, los cuelgo en el árbol hasta el día siguiente. Mañana los volveré a recoger. Pero muchas veces, cuando quiero cogerlos, antes de ir a la escuela, algunos han desaparecido; eso significa que no eran tan importantes.