Había un carpintero que trabajaba para una empresa dedicada a construir casas de madera. Pasaron los años y empezaba a sentirse viejo y cansado. Así que habló con el encargado y le explicó su plan de jubilación para poder disfrutar de la familia el tiempo que le quedara de vida.
Al jefe no le gustó mucho la idea, pero la aceptó; no obstante, le dijo:
—Te pido un favor personal: construye una última casa.
El carpintero, un poco ofendido, aceptó la propuesta, pero no le puso mucho interés. No utilizó los mejores materiales, ni se esmeró mucho en los acabados; quería ir rápido y terminar pronto. Cuando terminó la casa, el jefe fue a inspeccionarla y después de un rato le dijo:
—Esta casa es tuya, es el regalo que te hago.
El carpintero tomó las llaves y se puso a llorar de pena. Si hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguro que lo habría hecho mejor. Ahora tendría que vivir el resto de su vida en una casa deficiente, construida sin amor.
FELICIDAD GARZA