Que todos sean uno

Una de las grandes preocupaciones de Jesús era la unidad. Él era una persona tan unida a su Padre Dios que no podía entender que las personas fueran cada una por su cuenta. Además, sabía que lo que unía a las personas era el amor. Cuando una persona ama a otra, no habla mal de ella ni permite que otros hablen mal delante de él. Tampoco tiene en cuenta sus defectos, los comprende y los perdona. Dos personas que se aman se ayudan mutuamente, se apoyan y no hacen lo que saben que no agrada al otro. Es decir, buscan que el otro sea feliz. Esto lo sabía Jesús, por eso lo predicaba en todas partes y, además, lo practicaba.

Justamente la noche en que iban a arrestar a Jesús y sabiendo que iba a morir, oraba pidiendo la unidad. Podía haber pedido otras cosas, pero pidió que permanecieran juntos. Que todos sean uno, decía a su Padre Dios, como tú y yo somos uno. Es una oración hermosa y un testamento que nos dejó. Escuchémoslo con sus propias palabras.