Cuenta que un joven de ciudad llegó un día al campo. Quería aprender las labores de la granja para así ampliar sus conocimientos. El granjero le dio una sola tarea: cuidar de un caballo.
El primer día, el joven pensó: —Llevaré al caballo a beber a la orilla del río y así podrá resistir más tiempo el trabajo del día.
Lo hizo así, pero cuando intentaba tirar de las riendas del caballo, este no quería moverse. —¿Desde cuándo un animal mandará a una persona? —pensó el joven. Y empezó a tirar con todas sus fuerzas, pero el caballo seguía impasible.
Después de un rato, pasó por allí un campesino que le dijo: —No fuerces al caballo, porque lo que él quiere es heno. Pero el joven no le hizo caso y continuó golpeando al caballo sin obtener ningún resultado. Finalmente, cansado y sin fuerzas, dejó tranquilo al animal y este, inmediatamente, se fue galopando hacia el campo de heno.