Dos amigos, que estaban justos de dinero, vendieron una joya valiosa a un joyero. Aún no tenían la joya, ya que planeaban robarla al día siguiente, pero cerraron el trato.
El joyero estaba muy contento porque había ofrecido un precio bajo y pensaba vender la joya a un precio mucho más alto; haría un buen negocio.
Según lo acordado, los dos amigos se dirigieron hacia donde estaba la joya, pero para su sorpresa, se encontraron con un gran perro dispuesto a defender los bienes de su dueño. Los dos amigos salieron corriendo, uno con más suerte que el otro, quien tropezó y cayó al suelo, quedando totalmente inmóvil por el miedo. El perro se acercó lentamente y, al ver que estaba muy asustado, lo dejó ir sin hacerle nada.
El otro le preguntó:
—¿No íbamos a robar la joya?
—¡No! —dijo el primero. Cuando estaba en peligro frente al perro, tuve tiempo de pensar en dos cosas: una, que nunca se debe vender algo que aún no tienes. Y la otra, que la honestidad vale mil veces más que el dinero.
EVA MANZANEDO – 5º DE PRIMARIA