Antes de hacerse mayor, el Padre Manyanet había sido un buen alumno. Después, sintió en su interior que la educación es un buen instrumento de ayuda para los demás. Fue un gran educador. Ya pensaba en todos nosotros, que hoy formamos sus escuelas, ya nos amaba. Y cuando una persona ama, quiere dar lo mejor a sus seres queridos. No conozco a nadie que dé lo peor a quienes ama.
El Padre Manyanet nos dio una buena escuela, una buena formación. A veces, nosotros no apreciamos la escuela. Básicamente, no nos gusta estudiar, olvidando a menudo que el estudio nos sirve para crecer, prepararnos y darnos bienestar. De ahí que algunos no valoren la labor de sus maestros ni sean capaces de reconocer sus propios errores. Conozco a muchos que culpan a los maestros cuando las notas no van bien y no son capaces de reflexionar sobre su falta de esfuerzo. Es muy fácil culpar a los demás y olvidar al mismo tiempo nuestra falta de interés, pero aquel que nunca reconoce sus errores será incapaz de aprender.