En la India, había un mendigo que pasaba la vida por los caminos pidiendo ayuda a los transeúntes. Llevaba al cuello un saco con los granos de trigo que recogía, así como otras cosas o alimentos que le daban. Pero un día vio con alegría que por el mismo camino venía el rey en su carruaje. ¡Qué suerte!, pensó, ahora sí que se acabará mi sufrimiento. Le pediré una limosna al rey y él, seguro, me sacará de la miseria.
Cuando el carruaje estaba frente a él, el rey mandó parar, bajó y con las manos extendidas le dijo: —¿Tienes algo para darme?
Desconcertado y enojado, el mendigo tomó un grano de trigo y se lo dio al rey, que de inmediato retomó el camino. El mendigo quedó decepcionado, maldecía su suerte y al rey, porque el rey no solo no le había dado nada, sino que incluso le había quitado un grano de trigo.
Cuando llegó a casa, ya era de noche. Vació el saco de trigo y en el fondo vio un grano que brillaba. Era un grano de oro. Entonces maldijo su suerte por no haber sido más generoso y haberle dado al rey todo el saco y todo lo que llevaba consigo.
(Adaptación de un cuento de R. Tagore)