Maria y el pan

Si recordáis, éste es el título que he elegido para este mes. Lo he elegido por dos motivos: porque es el mes de María y porque muchos hacen la primera comunión y reciben el pan del amor que es Jesús.

María y con ella todas las madres, es el pan de cada día, la mesa puesta y la sopa caliente. Como María y todas las madres, el pan se parte y se reparte, se pone en casa y nos une a todos en el mismo bocado y en la misma masa. No hay nada como el pan. Con el pan se hace el bocadillo para la merienda y acompaña las comidas para hacerlas más sabrosas.

El pan es blanco y redondo, tierno y apetecible.
Como las madres, que rebosan ternura y alegría recién salida del horno del corazón.

Dios es redondo como el pan, infinito. No tiene principio ni fin, se deja comer en la misa. Como el pan, Dios nos da fuerzas para seguir adelante, nos hace
buenos y nos enseña a compartir. Porque el pan, para uno sólo, no tiene sentido. El pan es pan cuando se parte en trozos para todos.

Dios es el pan para todos. Todos deberíamos ser pan para los otros. Ayudando a los otros, colaborando con ellos, unidos a ellos. Deberíamos ser pan para los que tienen hambre, generosidad con los que sufren, amistad con los que están solos, alegría para los tristes. Porque todos tenemos hambre de algo: de una mano en el hombro, de una sonrisa, de una ayuda.

Así es.