Ayer os expliqué lo que pasó en las bodas de Caná. María, decíamos, es una mujer que está atenta a lo que nos falta. Y eso, dicho así, no parece importante, pero fijaos bien: en nuestras mesas no falta de nada. Somos países ricos, donde hay abundancia de todo. Normalmente nos preocupamos de tener lo mejor: la mejor ropa, los mejores juguetes, la mejor mochila de clase. En nuestros países ricos nos preocupamos de lo que tenemos y no nos falta nada. ¿Nada?. A veces nos falta todo, porque nos falta la solidaridad, el amor, la educación y el respeto por los otros, nos faltan algunas migajas de buena voluntad. Y no digamos del esfuerzo de cada día por estudiar y formarnos mejor.
María se preocupa de eso que nos falta: ella se ocupa de poner en nuestro corazón un poco de alegría, solidaridad y ternura. Y como que, a veces, nos falta lo principal, ella se preocupa de dárnoslo. Por eso nos da a Jesús, que es su regalo más importante.
Y es que María nos quiere a rabiar y en la mesa de su alma tiene lo que necesitamos. Lo decimos en el ave María: “llena de gracia”, que quiere decir “llena de Dios”. Tan llena de Dios está, que nos lo da a nosotros.