El escultor

Estoy tratando de esculpir una Virgen; no soy escultor, lo hago por afición y por descanso; la madera es dura, las herramientas inadecuadas; me canso, pierdo las esperanzas, me dan ganas de tirar la madera al fuego.
Pienso Señor, que también la vida es así. ¡Cuántas obras emprendemos sin saber cómo van a concluir! Sí, toda la historia humana es así, como una escultura que lentamente va tomando forma; golpe tras golpe la van labrando.
¡Cuántos golpes nos va propinando la vida! con frecuencia dolorosos y crueles, incomprensibles a veces, pero necesarios para hacernos madurar y crecer. Que reconozca, Señor, tu mano cariñosa y paternal de artista que va labrando mi vida.
Algunos golpes no los entiendo, me parecen sin sentido; otros me llegan de donde menos lo espero y me hieren profundamente.
Haz que sea un madero dócil en tus manos, que no esquive los golpes; sé que quieres hacer algo útil de mí.
Quizás es tu propia figura, la que quieres esculpir en mí.

Ma. Eugenia Chávez Tapia