“El Señor es mi pastor, nada me falta. En prados de hierva fresca me hace reposar, me conduce junto a aguas tranquilas, y repone mis fuerzas. Me guía por la senda del bien, haciendo honor a su nombre. Aunque pase por valles tenebrosos, ningún mal temeré: porque tu vas conmigo, tu vara y tu callado me dan seguridad.
Me preparas un banquete para envidia de mis adversarios, perfumas con ungüento mi cabeza, y mi copa rebosa. Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida; y habitaré en la casa del Señor por días sin término”.