Querida familia,
Quiero compartir con ustedes estos momentos, quizás los más decisivos que mi esposa y yo debemos afrontar.
Mi esposa tiene cáncer. Sé que la palabra cáncer esconde detrás todo un mundo de terror y tragedia.
Podrían pensar que se trata de un hecho terrible, y sin duda lo sería, si no fuera por el amor que proviene de Dios, que llena nuestro corazón con una lluvia de seda, poniendo en este momento un sello indescriptible de paz.
Detrás del mundo del hospital, con enfermeras, médicos, quirófanos, idas y venidas nerviosas, aparatos y remedios... hemos descubierto con claridad la mano del Señor dirigiendo la barca del alma. La tempestad es estruendosa, pero sabemos que esta mano oculta nos lleva a puerto seguro.
Ahora nos disponemos a abandonar la pesada coraza del cuerpo y nos sentimos livianos, sin las armas pesadas que hemos arrastrado en nuestras luchas, esperando con paz el abrazo amoroso del Padre.
Cuando nos damos cuenta de la grandeza del momento, todo lo que aparenta ser un gran monstruo se desinfla como una sombra que se disuelve ante la presencia de la luz.
¿Cuánto tiempo estará mi esposa entre nosotros? Solo Dios conoce la respuesta. Sin embargo, sea largo o corto el tiempo, lo que estamos experimentando ahora, más que una tragedia, es una bendición, aunque esté bajo una sombra de tristeza. Entonces, ¿por qué no aceptar con amor y paz el regalo que el Señor está dispuesto a darnos?
CUADERNOS DE ORACIÓN, Nº 93.