Un grupo de larvas vivía en el fondo de un viejo estanque y no entendían por qué, cuando una de ellas subía por un tallo hasta la superficie del agua, nunca volvía a bajar al fondo. Se juramentaron mutuamente:
la primera que llegue arriba volverá para informarnos de lo que le ha pasado.
Pronto una de ellas sintió un deseo irresistible de subir. Comenzó su camino, vacilante, por uno de los tallos. Cuando finalmente llegó fuera del agua, se posó para descansar sobre una hoja.
Inmediatamente experimentó una transformación irresistible en todo su cuerpo y se convirtió de repente en una libélula de alas magníficas. Quiso cumplir la promesa, pero fue en vano. Volaba una y otra vez sobre el estanque y podía ver en el fondo a sus amigas, pero no podía alcanzarlas. Entendió que desde entonces nada era común entre ella y sus amigas.
El hecho de que después de nuestra transformación, a lo que llamamos muerte, no podamos ver a nuestros amigos ni establecer comunicación con ellos, no significa que no existan.
WALTER DUDLEY, CITADO POR MICHAEL DUFOUR