La fuerza de Jesús es irresistible

Testimonio de Mons. Xavier Van Thuan, arzobispo de Saigón, Vietnam, que fue encarcelado durante 13 años por el régimen comunista, por el mero hecho de ser católico:

—En el momento de ser detenido no me dejaron llevar ninguno de mis objetos personales. Al día siguiente me autorizaron a escribir para pedir cosas de primera necesidad: ropa, pasta de dientes, jabón... Añadí una nota: —“Por favor, envíeme un poco de vino como remedio de mi dolor de estómago.”
Los fieles entendieron enseguida que el vino era para la Eucaristía.

Al cabo de unos días, los guardas me entregaron una botellita pequeña con una etiqueta que decía: “Medicina para el dolor de estómago.” En medio de la ropa encontré escondidas algunas formas. Nunca podré explicar mi alegría: pude celebrar todos los días la misa con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de la mano.

Cada día me arrodillé, junto a Jesús, ante la cruz. Cada día, al pronunciar las palabras de la consagración, confirmé con todo mi corazón una nueva eterna alianza con Jesús, a través de su sangre mezclada con la mía. Fueron las misas más intensas de mi vida.

Más adelante, me internaron en un campo de “reeducación”, en un grupo de 50 detenidos. Dormíamos en una cama común. Cada uno disponía de 50 centímetros. Nos espabilamos para estar juntos cinco católicos. A las 21:30 apagaban las luces y teníamos que hacer silencio. Entonces, sobre la cama, yo celebraba la misa de memoria y distribuía la comunión. Hacíamos sobres con papel de fumar para guardar al Santísimo. Llevaba siempre el Cuerpo de Cristo en el bolsillo de la camisa. 

Cada semana todos los grupos teníamos una sesión de adoctrinamiento. Entonces aprovechaba algunos momentos para pasar la Eucaristía a otros. Todos sabíamos que Jesús estaba en medio de nosotros y que él cura los sufrimientos físicos y mentales. Por la noche, hacíamos turnos de adoración.

Muchos cristianos renovaron su fe e incluso algunos no cristianos se convirtieron. La fuerza de Jesús es irresistible. La oscuridad de la cárcel se convirtió en claridad pascual.