Sólo nos acordamos de santa Bárbara cuando truena

Un ateo cayó por un precipicio y, mientras rodaba abajo, pudo agarrarse a la rama de un pequeño árbol, y quedó colgando a trescientos metros de las rocas del fondo. Sabía que, en esa situación, no podría resistir demasiado.

Entonces le vino una idea:

—¡Dios! —gritó con todas sus fuerzas.

Pero sólo le respondió el silencio.

—¡Dios! —volvió a gritar—, si existes, sálvame, ¡y te prometo que creeré en ti y que enseñaré a creer a otros!

Más silencio...

Pero, de repente, una voz poderosa, que fue resonando por todo el desfiladero, casi le hizo soltar de la rama donde estaba agarrado, a causa del susto, y dijo:

—Eso es lo que dicen todos, cuando les van mal las cosas.

ANTHONY DE MELLO