Un día, el león, como rey de la selva, planeó organizar un gran ejército. Convocó a todos los animales para informarles de su proyecto y comenzó a repartir roles entre los presentes.
El elefante, dada su volumen y fuerza, fue encargado de transportar las herramientas y el equipo. Sobre su espalda colocó a los lobos feroces para que custodiaran la carga contra posibles ladrones.
Le dijo al mono: "Tú distraerás al enemigo con gritos y acrobacias".
Al zorro le hizo responsable del espionaje: debía olfatear el entorno y avisar en caso de ataque.
Mientras el león estaba ocupado con esta distribución, uno le dijo:
—Escucha, la liebre tiene mucho miedo y el asno es demasiado lento. Solo servirán para molestar.
—¿Para molestar? —respondió el león—. Estás muy equivocado. La liebre, que es muy rápida, será mensajera, y el asno, con sus rebuznos, nos servirá de corneta.
Y de esta manera, el león organizó un gran ejército para defender un territorio que era de todos.