Parábola de un buen samaritano del siglo XXI

Un maestro de la Ley se levantó y, para poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta:

—Maestro, ¿qué debo hacer para poseer la vida eterna?

Jesús le dijo:

—¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?

Él respondió:

—Ama al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu pensamiento, y ama a los demás como a ti mismo.

Jesús le dijo:

—Has respondido bien: haz esto y vivirás.

Pero él, con deseos de justificarse, preguntó a Jesús:

—¿Y quiénes son los demás a los que debo amar?

La respuesta fue:

"En un suburbio de una gran ciudad vivía, en la más escandalosa miseria, una familia de inmigrantes. Vivían ocho personas en una barraca de barro y latas: cuatro trastos, una sola cama y un colchón de paja. El padre se esforzaba lo suficiente, pero no encontraba trabajo, la madre estaba enferma y los hijos estaban hambrientos.

No muy lejos, en una mansión de lujo, con jardín y piscina, vivía una buena familia. Iban y venían de la ciudad en un coche de gran cilindrada. Cuando vieron a aquellos inmigrantes, comentaron entre ellos: "¡Qué asco de gente, que se vayan a su casa!" Y pasaron de largo.

Pasó por allí un "buen matrimonio", de esos que van cada día a misa, y al ver la barraca, apresuraron el paso. Una esquina más abajo se instaló un matrimonio, llegado hacía poco del extranjero. No sabían rezar, ni habían oído hablar nunca de sacramentos, ni de misa, ni siquiera eran creyentes. Pero al ver la miseria de aquella gente tuvieron compasión y los alojaron en su piso, mientras les ayudaban a encontrar trabajo y una vivienda digna."

—¿Cuál de estas tres familias te parece que se comportó como prójimo? Él respondió:

—La que trató con amor a aquellos necesitados.

Entonces Jesús le dijo:

—Ve, y haz tú lo mismo.