El egoísmo es la chispa de todas las desgracias

Murió una anciana y fue llevada por los ángeles al tribunal. Al examinar su historial, el juez vio que esa mujer no había hecho ningún acto de caridad en toda su vida, excepto una vez que había dado una zanahoria a un mendigo hambriento.

Sin embargo, es tan grande el valor de un simple acto de amor, que el juez decretó que fuera al cielo. En el momento en que ella lo agarraba, sintió una cuerda invisible que la tiraba hacia arriba en el cielo.

Un mendigo que pasaba por allí se agarró a la punta del vestido de la mujer y también fue llevado. Otra persona se agarró al pie del mendigo y fue igualmente transportada. Pronto se formó una larga fila de gente que era arrastrada. Y, por extraño que parezca, la mujer no sentía el peso de toda esa multitud que la seguía al dar el paso. Además, como ella tenía los ojos fijos en el cielo, ni siquiera los veía.

Fueron subiendo y subiendo. Casi ya estaban en las puertas del cielo, cuando la mujer miró hacia atrás para echar una última mirada a la tierra que dejaba, y entonces se dio cuenta de esa multitud. Sintió repulsión y, haciendo un gesto imperioso con la mano, gritó lleno de orgullo:

—¡Fuera! ¡Fuera todos! ¡La zanahoria es mía!

Con ese gesto se le resbaló la zanahoria... Tanto ella como todos los que iban detrás, cayeron al abismo.

ANTHONY DE MELLO