Dice el evangelio que en una ciudad llamada Caná se celebraba una boda y los novios habían invitado a Jesús y a su madre. Todos estaban de fiesta, y como suele pasar en estos casos, lo importante era el banquete. Habían preparado muchas cosas, todo era extraordinario. Pero había venido mucha gente y se quedaron sin vino. El encargado se lo hizo saber a los novios en voz baja, pero María, que estaba atenta a todo lo que pasaba, se dio cuenta del problema y se lo dijo a Jesús.
—Escucha, Jesús, se les ha acabado el vino y los pobres no saben cómo salir del apuro.
Jesús se hizo el sordo y no le dio importancia, pero María, que lo conocía bien, llamó a los camareros y les dijo:
—Haced lo que Jesús os diga.
Los sirvientes se acercaron a Jesús y él les hizo preparar unas tinajas de agua que convirtió en el mejor vino. Así pudo seguir la fiesta.
Adaptación del evangelio de Jn 2,1-10