La canción de María

Ahora continuaré mi historia que dejé en la visita a mi prima Elisabet. Ella, después de haberme dicho que yo era bendecida entre todas las mujeres, guardó silencio. Mi alegría era tan grande que inventé una canción en honor a Dios. Es esta:

“Mi alma canta: ¡qué grande es el Señor! Mi corazón se regocija en Dios, mi Salvador, porque se ha fijado en mí, que soy su humilde esclava, y ha hecho en mí cosas grandes. Por eso todos me felicitan. El Señor es poderoso, y su nombre es santo. Es bueno para todos los que lo amamos, tal como lo ha prometido desde siempre a los hombres”.