Jordi no sabía lo que era el eco. Un día se encontraba en el campo jugando a caballos y gritaba:
—¡Arri! ¡Arri!
Pero inmediatamente escuchó cómo las mismas palabras se repetían en el bosque cercano. Pensaba que era algún otro chico que estaba escondido, y preguntó sorprendido:
—¿Quién eres tú?
Jordi, muy enfadado, gritó:
—¡Tú eres un tonto!
En ese instante, la misteriosa voz repitió las mismas palabras. Entonces, Jordi se enfadó mucho más y comenzó a decir groserías cada vez más ofensivas contra ese desconocido que pensaba que estaba escondido; pero el eco las devolvía con toda fidelidad.
Jordi entró al bosque para ver si encontraba a quien repetía todo para vengarse, pero no encontró a nadie. Entonces se fue a casa para pedir consuelo a su madre por todo lo que le había pasado. Le dijo que un mal educado, escondido en el bosque, lo había insultado.
Su madre le dijo:
—Esta vez te equivocas; lo que tú has escuchado ha sido el eco de tus propias palabras. Si hubieras dicho palabras bonitas y afectuosas, la voz de la que hablas te habría devuelto las mismas palabras.