El buen zapatero

En un pueblecito de montaña vivía un zapatero que trabajaba con alegría por hacer contentos a todos los vecinos. Cada noche, al final de la jornada, se arrodillaba para dar gracias a Dios por la vida y hacía sus oraciones.

Pero una noche después de la oración oyó una voz que le dijo:

—Hola, soy Jesús, prepárate para que mañana vendré a visitarte.

El zapatero se puso muy contento y se lo puso. se fue a dormir. Al día siguiente, el día deseado, empezó a ordenar la casa para el ilustre visitante. Estaba ocupadísimo cuando llamaron a la puerta. "Seguro que es Jesús", pensó. Y fue corriendo a recibirlo. Pero era una mujer que venía a pedir una limosna para su hija enferma. El zapatero le dio unas monedas y volvió al trabajo, preocupado por la inoportuna señora que había venido cuando él esperaba otra visita.

Estaba con estas caborias cuando volvieron a llamar a la puerta. “¡Ahora sí!”, se dijo. Y fue corriendo a la puerta.

Un borracho le esperaba para pedirle ayuda. “¡Otro inoportuno!”, pensó mientras le ayudaba. Volvió al trabajo. Llegó la hora del almuerzo y ya estaba a punto de sentarse a la mesa cuando volvieron a llamar. “¡Ya voy!”, dijo.

En la puerta había un hombre mal vestido y con hambre.

—Entra y siéntate en la mesa, ¡compartiremos la comida! —le dijo un poco inquieto.

Llegó la noche y Jesús no había venido todavía. Un poco enfadado le dijo a la oración:

—¡Ya está bien, Jesús! Me siento un poco engañado, creía que cumplías la palabra dada. Me dijiste que vendrías incluso el día he estado recibiendo visitas, salvo la tuya.

—¿Cómo? —le dijo Jesús— es que no ¿me has reconocido? La mujer que te ha pedido limosna era yo; el borracho que has asistido era yo; el hambriento con el que has compartido la comida era yo; cómo puedes decir que no he venido?