La promesa

Las estrellas brillaban en esa oscura noche de invierno. Un millón, mil millones de estrellas. Abraham salió de la tienda para contarlas. Uno, dos, tres... Pronto se cansó. Dios tenía razón, había demasiadas estrellas para contar. Dios tenía un plan especial para Abraham.

—Debes salir de tu casa —le había dicho Dios— y debes ir a otra tierra. Si crees en mí y haces lo que te digo, te daré una familia tan numerosa como las estrellas del cielo. Lo prometo—. Pero tener una familia significaba tener hijos. Y Abraham no tenía ninguno. A pesar de todo, Abraham creyó en Dios y se marchó de su tierra. El viaje fue muy duro. Cada día tenía que encontrar pastos para sus rebaños y un lugar para dormir. Finalmente, llegó a una tierra nueva.

—Todo este territorio será tuyo si crees en mí y haces todo lo que yo te diga —le volvió a decir Dios.

Abraham todavía no tenía hijos, pero creyó en Dios y hizo lo que le había dicho. Y Dios le dio la tierra prometida y un gran pueblo, tan grande que ni siquiera se podía contar.

TU PRIMERA BIBLIA (ED. EDEBÉ)