Santa María del camino

Después de que el ángel se marchara, tomé la decisión de ir a visitar a mi prima Elisabet. Tomé esta decisión porque sabía que Elisabet era mayor y tal vez necesitaba alguien que la ayudara. El camino era largo y a veces se hacía pesado, pero el cariño hacia mi prima me hacía ver las cosas con alegría.

Finalmente llegué a casa de Elisabet. Llamé desde la puerta. Elisabet, desde adentro, reconoció de inmediato mi voz y salió corriendo a darme un abrazo. Y, sin dejarme ni abrir la boca, comenzó a explicarme:

—Maria, querida, ¡ahora sí que soy feliz! —Y continuó emocionada—: Bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre... Mira, tan pronto como escuché tu saludo, mi hijo saltó de alegría en mi vientre. ¡Feliz tú que has creído que se cumplirá todo lo que el Señor te ha dicho!

Después de estas palabras, estallé de alegría e improvisé una canción que actualmente es conocida con el nombre de Magnificat.

Y me puse a trabajar...