El juego del lapiz

Son tres hermanos, Antoni, Carme y Maria, que viven en el campo, cerca de un pueblecito. Hacen lo que pueden. Ayudan a sus padres, aprenden a leer y a escribir. Y juegan, sobre todo juegan. Pasan ratos libres: entre idas y venidas, juegos y alboroto. A Carme, que es la mayor, se le ha ocurrido un juego: es el juego del lápiz.

—Tengo un lápiz rojo —dice Carme, y representará a Dios. Cada uno, por turnos, esconderá a Dios y luego los otros dos lo buscarán. Todos están de acuerdo y el juego resulta muy entretenido. Pero ha surgido un imprevisto. Es el turno de Maria y se va detrás de un árbol para esconder el lápiz. Los hermanos esperan la señal para empezar a buscar. Pero pasa el tiempo, y cansados de esperar, se acercan a su hermana, a la cual encuentran llorando y afligida.

—¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? —le preguntan los hermanos.

—Es que he perdido a Dios y no sé cómo encontrarlo —dice Maria.