Te compro al hermano

No hay nada como un hermano. Lo tenemos, es como un regalo. Porque nadie elige a su hermano, sino que Dios nos lo da a su manera. El Padre Manyanet tuvo muchos hermanos. Y yo también. A veces, los hermanos, por cualquier cosa, discuten: un lápiz, un compás o un "chuche". Y se rompe la paz familiar. Lo que era cosa de dos, acaba siendo de toda la familia.

Hoy he visto a dos hermanos peleándose por una pelota. De las palabras han pasado a las manos. Ha sido necesario separarlos. Después he hablado con ellos y les he hecho una reflexión. Al mayor le he dicho:

—Te compro a tu hermano.

Me ha mirado totalmente sorprendido haciendo una expresión con los ojos, porque no se creía lo que oía, pero ha sido rápido en la respuesta.

—No, mi hermano no se vende.

—Bueno, entonces te compro la pelota.

—¡La pelota! Eso es otra cosa —me respondió—, y estaba dispuesto a vendermela a buen precio.

Entonces le dije:

—No te das cuenta —tú mismo lo ves— que es más importante tu hermano que la pelota, ¿verdad? Sin embargo, lo estabas lastimando por culpa de la pelota. Vete, y la próxima vez pelea con la pelota pero nunca más con tu hermano.

Los dos hermanos quedaron satisfechos y contentos.