Las espigas de trigo

El verano nos gusta a todos. El sol alegre de cada día se despierta con una fuerza enorme. A veces se pasa un poquito y nos hace sudar la gota gorda. Hoy he salido a pasear y me encuentro frente a un campo lleno de espigas que amarillean y se juntan unas con otras como si nada. De tanto en tanto, el viento las mueve y se cimbrean bailando al son del aire. Es un espectáculo precioso ciertamente. Y me detengo a mirarlo. Estas débiles espigas, mañana se convertirán en pan, pienso. Y servirán de alimento a los hombres. Pero ¿cómo se produce ese acontecimiento?.

En primer lugar, un día sale el campesino con su zurrón lleno de granos de trigo. Lo esparce por el campo de cualquier manera y después espera a que llueva. El campesino ya no puede hacer nada más, solamente llenar el corazón de esperanza. Así pues, el trigo es esperanza.

El grano, poco a poco se va muriendo. De sus entrañas sale un pequeño tallo que se agarra a la tierra y va adentrándose en ella. Desde el exterior no se ve nada, todo parece muerto pero, poco a poco, comienza a crecerle al campo una hierba tierna y verde. El suelo se viste de color para recreo de la gente. Después sale una espiga y otra y otra. Un grano se convierte en treinta o cuarenta granos unidos y firmes. Hasta que llega el verano en que maduran del todo y se recogen para llevarlos al granero. Lo que pasa después, os lo explicaré otro día.