Piedras en el bolsillo

Tenía por costumbre ponerme piedras en el bolsillo. Eran piedras pequeñas, sin importancia, apenas se veían. Y yo seguía poniendo más en el bolsillo.
Un día me di cuenta, con tristeza, de que se me había agujereado el bolsillo.
Un agujero pequeño. No le di importancia y seguía con la costumbre de las piedrecitas.
Poco a poco el agujero se fue haciendo mayor, notable, ancho y oscuro. Pero yo seguía poniendo piedras en el bolsillo.
El agujero creció y creció... hasta que un día, por el agujero, me escurrí.