“Entonces María dijo: Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo, y su misericordia llega de generación en generación. Desplegó la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio. Derrumbó del trono a los poderosos y ensalzó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos los despidió sin nada. Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia para siempre.
María estuvo con Isabel unos tres meses; después volvió a su casa”.