Era un rey que tenía tres hijos. Era muy rico. Sobre todo, poseía un diamante de un valor extraordinario que todos admiraban. ¿Qué hijo heredaría ese famoso diamante? El padre decidió someter a sus tres hijos a una prueba. El diamante sería para el hijo que realizara la hazaña más grande...
Al caer la noche, cada hijo explicó la gesta que había realizado durante el día: El mayor había matado a un dragón que aterrorizaba todo el reino. El segundo venció a diez hombres armados hasta los dientes solo con un pequeño puñal. El pequeño, en cambio, dijo: —Salí por la mañana y encontré a mi peor enemigo durmiendo justo al borde de un abismo... y lo dejé durmiendo.
Entonces, el rey se levantó del trono, abrazó al hijo pequeño y le entregó el diamante.
Con este cuento, Lichtwev quiso explicar lo difícil que resulta perdonar entre los seres humanos.
J. LÓPEZ MELÚS