- Solo hoy, intentaré vivir el día a fondo, pero sin querer resolver todos de golpe los problemas de la vida.
- Solo hoy, tendré gran cuidado con las buenas formas: ser delicado en el trato, no criticaré a nadie, ni querré cambiar o disgustar a nadie, sino solo corregirme a mí mismo.
- Solo hoy, seré feliz porque estoy seguro de que he sido creado para ser feliz, y no solamente en el otro mundo sino también en este.
- Solo hoy, me adaptaré a las circunstancias, sin querer que las circunstancias se adapten a mí.
- Solo hoy, dedicaré diez minutos a una buena lectura, recordando que, igual que el alimento es necesario para la vida corporal, también lo es la buena lectura para la vida del alma.
- Solo hoy, haré una buena obra y no lo diré a nadie.
- Solo hoy, haré algo que no me agrade. Si me siento ofendido, procuraré que nadie lo note.
- Solo hoy, me haré un programa detallado de mis actividades. Quizás no lo cumpla del todo, pero lo tendré presente. Y me guardaré de dos terribles defectos: la prisa y la indecisión.
- Solo hoy, creeré firmemente —aunque las circunstancias me demuestren lo contrario— que Dios se ocupa de mí, como si nadie más existiera.
- Solo hoy, no me dejaré vencer por el miedo. En concreto, no tendré miedo de disfrutar de la belleza y de creer en la bondad.
Puedo hacer bien las cosas durante doce horas al día, pero me desanimaría si pensara que debo hacerlas por obligación toda la vida. JOAN XXIII