La tristeza de quien no quiso obedecer

Luis y María viven muy felices con sus padres; se quieren mucho. El padre trabaja en una fábrica. Su trabajo lo cansa mucho, pero se siente satisfecho cuando piensa que su esfuerzo es por el bien de sus hijos. La madre también trabaja, en una oficina. Cada día se levanta temprano para preparar el desayuno de la familia y lo hace con alegría, pensando en ellos, aunque luego tenga que ir a trabajar deprisa y corriendo.

Luis y María también trabajan. Lo hacen en la escuela, con el estudio y la dedicación. Son buenos alumnos. También les cuesta, sobre todo ahora que estamos cerca del final del curso. Cuando piensan que al acabar las clases volverán a casa para encontrarse con sus padres, se sienten llenos de alegría y hacen las tareas a gusto.

Pero un día, Luis, al salir de la escuela, en lugar de ir a casa, se quedó en la calle jugando con los amigos. Su madre lo llamó muchas veces, pero él no hizo caso. Finalmente, el padre tuvo que ir a buscarlo y Luis no tuvo más remedio que ir a casa, pero su terquedad era tal, que se negaba a cenar. Sus padres y su hermana, ese día, cenaron sin decir nada. Estaban tristes por el comportamiento de Luis y pensaban: ¿qué le hemos hecho para que se porte así con nosotros?

También Luis estaba triste. Se sentía como lejos de sus padres y de su hermana.