Habéis visto muchas estampas de María. Cada una es diferente. Cada artista pinta una María según su propio estilo. Los artistas africanos la pintan de color negro, los japoneses con los ojos rasgados, los españoles la pintan blanca. En todos los cuadros, María es preciosa. Tiene una cara de nácar, casi transparente y la mirada refleja la bondad de su corazón.
Pero hay tantas, que yo me pregunto: ¿cómo sería, en realidad, la madre de Jesús?. Me la imagino así: sencilla, con ropas de mercadillo no de marca, porque la marca era ella y además, estaba marcada por Dios mismo. La imagino morena como las mujeres de su tierra, casi quemada por el sol del Mediterráneo. Bueno...
En realidad la cara de María que más me interesa es la de su corazón. María era una mujer dispuesta y obediente. Esa es la mejor cara que podemos ofrecer nosotros. ¿Qué más da que seamos guapos o menos guapos, de esta forma o de otra?. Lo mejor es que seamos obedientes, buenos, sinceros, sencillos. Que digamos por, encima de todo, la verdad y que la sonrisa se nos caiga de la boca porque nos sobra. Eso nos hará parecidos a María. ¿Y ella?.. bueno, ella se parecía a Dios que tiene todos los rostros. Con eso me basta.